lunes, 18 de agosto de 2008

Desde Zaragoza



Hola amigos, hemos llegado a Zaragoza... Si!!! Estamos de una pieza, pero un poco petaos. Ayer nos tendrían que haber venido a buscar con carretillo a la estación. Yo aún tengo el culo rectangular de tanto avión y autobús. Esta noche debemos haber dormido los cuatro como angelitos.

Volviendo a nuestra crónica, decir que la vuelta ha sido un poco odisea, porque nuestro primer avión salió mucho más tarde de lo que esperábamos y luego en Bombay me petaron la maleta de los souvenirs y olía a gel y champú que no veas... Facturamos y a volar, que el tiempo no daba para más. La verdad es que empaqueté con varias vueltas a tres costados los instrumentos y los regalos y los cables iban bastante bien también, pero no me molaba nada pensar en el neceser fluyendo por ahí horas muertas en el avión. Lo que no me esperaba es que luego en De Gaulle no apareciese la maleta. Vaya putada! Hicimos una reclamación y, dejandoles dicho que volábamos a España, nos fuimos a por el próximo avión con los dedos cruzados. Al pasar con el equipaje de mano en el que siempre he llevado todo el material audiovisual (...sobre mi cadaver!) me saltan con que el tripode lo tengo que facturar, así que salgo y lo facturo a última hora en una bolsa de plástico. En Madrid no aparecen ni la maleta de Sergio ni el trípode, claro. El próximo capítulo es una cola de setenta personas en un pequeño stand donde una persona atendía incidencias y otra despachaba a paso tortuga a los dueños de maletas extraviadas. Menos mal que media hora después la maleta de Sergio apareció de repente en la oruga y bueno, nos tuvimos que ir sin el trípode pero justo a tiempo para cojer un autobús que habíamos comprado por teléfono para volver los cuatro a Zaragoza.

Es muy fuerte cómo llevan este tema tan tan mal. En París me dijeron que probablemente la maleta llegaría a Madrid antes que yo, me dieron unos teléfonos para llamar en España pero que no funcionaban ni desde el fijo ni desde la cabina. Luego en Barajas no sabían si la tenían o no. Me dieron otro teléfono. Hoy no me lo cogían en español pero en inglés sí aunque me decían que si algo estaba en mal estado me informase de qué cobertura tenía mi seguro. He conseguido hablar con una operaria en español y le he dicho que la responsabilidad del extravío era de ellos, no de la aseguradora y que si no se ponían las pilas les iba a meter un puro. Antes de ir a trabajar aún les he mandado un fax a Madrid para dejar constancia de todo por escrito y para que espabilasen con lo del trípode también. Unas horas más tarde me han llamado avisándome de que la bolsa salía ya por correo urgente, aunque del trípode aún no se sabe nada... De todas maneras, voy a pellizcarme cuando llegue, a ver si no estoy soñando!

Hablando de la realidad, hoy volviendo a la rutina tengo la impresión de que de repente todo es un poco nuevo y algunas cosas muy familiares me impresionan y no sé muy bien porqué o cómo. Han pasado muchas cosas este mes en el trabajo y en la gente. Ves que hay mucha curiosidad pero que la máquina de la vida sigue girando, cada cual tiene sus temas y hay que engranar rápido para cumplir nuevos objetivos. El tiempo es ahora ;)

Pero tanto ensayando para el espectáculo del jueves como en mi actividad durante la tarde he notado algo diferente, no sólo en cuanto a percepción sino en la manera de sentir. Creo que lo que he vivido en India ha sido un regalo para siempre, un aprendizaje muy valioso, una experiencia real en comunión con esa tierra llena de magia e inspiración. He sentido en este cuerpo deseoso de unión las canciones gitanas del Rajasthan a la orilla de un Ghat en la ciudad sagrada de Pushkar y, al poco, el ánimo del viento fresco que acaricia las cumbres de Savitri. Aún resuenan en mí los cánticos entonados con fervor y alegría por mujeres de colores que pude compartir con aquella bailarina francesa en el templo de Udaipur. Qué tierna sensación aquella mañana de meditación y danza sobre la muralla del Deepak, entre el desierto de Jaisalmer y las cimas de los templos jainistas! Ciudad fortaleza, baluarte del Calvelia y el Boopá plagada de hemosas telas y antiguedades de toda clase, ofrece a sus pies suburbios de bellas gentes azotadas por tormentas de arena. Recuerdo tocar las nubes y las estrellas tan lleno de melancolía como llegué a estar en la intimidad de los tejados de Mandawa... La adrenalina pura de los orfanatos, dando saltos y vueltas de campana como los monos en Sishugreh y empezar a trabajar a toda máquina con la danza, el teatro y el cine por medio en los inicios de la grabación de nuestro documental en G. Udayaguiri y en las tribus del bloque de Chokapad. Saludamos cada día al Sol en Pasara con el doctor ayurveda Arun, maestro de Yoga Vinyasa y Pranayama del centro médico de Pasara. Pude grabar unas coreografías que el elenco de Sri Narayan Pandey en Orissa nos mostró en su academia, así como varios momentos de la iniciación al canto y danzas sagradas de la tradición clásica Orissi que recibí del maestro. Nunca olvidaré los últimos fulgores de aquellos cuerpos yacientes ardiendo a las puertas del cielo ni el onirismo de farándula latiendo entre la oscuridad del barrio antiguo que me condujo de vuelta a la playa de Puri. Pero lo más brutal que pude ver fue el instante del sacrificio a la diosa Kali cuyos frutos darían de comer a los hambrientos pero yo no consigo borrar el instante de impresión del cuchillo cayendo sobre el cuello del corderillo en el templo ni su expresión, ni la bendición con que ungieron de sangre mi frente... No todo es belleza en India. Cuesta mucho entender el fanatismo, el abuso, la miseria, la enfermedad y el hambre. Pero la realidad resplandece por todos lados con sus luces y sus sombras.

Namaskar, corazones.

Gonza.

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